La noche era oscura en el barrio. Paisaje de grandes árboles, tupídos. Como así también de descampados y calles de tierra. Esas calles, no tenían ningún parentesco con las calles del año 2000, Que están específicamente señalizadas para la circulación, de autos, camionetas y otros transportes. Sino que era visto como un sendero capaz de separar zonas y comunidades. Allí, los niños solían formar largas filas, con sus ramas desnudas en las manos, a la espera de indescriptibles nubes de mariposas, que circulaban constantemente durante todo el día. Como así también la utilizaban para realizar juegos que se transformaban en aventuras benévolas. Aparecía el famoso juego de la bolita, y dentro de este, algunos preferían jugar al opi, otros al triangulito, y siempre había algunos q se inclinaban a jugarlo al modo de la caminata.
También se presentaban otros tipos de juegos, como la mancha, podía ser cadena, venenosa, araña. Eran tiempos en que el abanico de la elección solía ser muy amplio. Ni la lluvia impedía que la calle sea el escenario de semejante felicidad, porque siempre se encontraba algo nuevo para hacer, y que brindara inmensas satisfacciones.
Los niños repletos de barro jugaban en la zanja atrapando renacuajos; por decirlo dentro de un vocabulario formal, aunque ellos los llamaban y lo llamaran por siempre, sapitos con cola.
Cantidad de niños ante los ojos del día, actuando como niños, recorriendo cada rincón de la imaginación con la necesidad de sentirse satisfechos, de ser felices.
Aún reposa en mi memoria una secuencia que atrapó mi atención. Allí estaba uno de ellos, transitando la calle bajo el sol de mediodía.
Atento, con todos los sentidos en alerta y con su gomera lista para disparar. Fue en ese momento que descubrí su grado de libertad.
Sin ocupaciones, sin compromisos, ni horarios, teniendo la posibilidad de disparar con su onda hacia cualquier punto cardinal. Consciente de su hábitat, sabiendo que nada malo le podía suceder.
Estas calles que han sido testigos de cada pan y queso, y su posterior picadito, como así también del vuelo de los barriletes. Estas calles son las mismas que han visto a las niñas jugando a la rayuela, al elástico, a los caballitos de colores, y no sólo eso. Sino que son el agradecimiento de todos estos niños que hoy en día son hombres y mujeres.
No hubo daño alguno, de aquellas lluvias que mojaron todos sus cuerpos, jamás les surgió el instinto de correr por un paraguas. No.
Tampoco hizo daño, la tierra viajando sobre el viento, ni quedarse dormido en la choza, ni comer los caramelos de azúcar quemada elaborados por ellos mismos.
Libertad, sin conocer lo que es el prejuicio, jugar por jugar, ser tan libre como un ave.
Amar. Soñar por siempre.

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Un Mundo Aparte

Se bajan las persianas, instantaneamente nos encontramos en un punto oscuro, de libertades , deseos, fantasias y satisfacciones. La manera de viajar a lo largo del espacio y del tiempo. Cierro los ojos y llego hasta lo magico y extraordinario. milagro de fuerza mayor una y unica llamada imaginacion.
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